La calle Lastarria es un lugar muy transitado. Está ubicada en la comuna de Santiago, casi en el centro mismo de La Plaza Italia. Por esta calle pasan los veranos calurosos, donde el pavimento hirviendo refleja cada uno de los rayos que se logran asomar entre los árboles. También transitan los otoños, tapizando las veredas de esas hojas medias rojas, medias naranjas. Los inviernos desfilan con todo un torrente de agua, cayendo cada una de las gotas entre los techos cuadrados.
La arquitectura muestra retazos de antigüedad y modernidad, pues se logra ver que hay algunas casas que tienen esos adornos art decó. Incluso algunas muestran unas esculturas de rostros que parece que intentaran asustar a los transeúntes.
Por esta calle se suele ver un personaje calvo, medio amarillento, que suele vestir faldas y gorros, como imitando a una mujer. Camina por esta calle todos los días, como siguiendo un horario y se pasea con un carro de supermercado que hace un estruendo. En su carro, un poco maltrecho, carga artefactos u objetos, los cuales encuentra hurgando en la basura de la esquina de Lastarria con Villavicencio. A veces, cuando resuena como eco en las paredes el cañonazo de las 12:00, él se encuentra con sus manos metidas hasta el fondo del basurero verde.
Aquella vez encontró un zapato; era un mocasín café, con la suela gastada, la punta un poco abierta y con un agujero en la planta. También encontró una enciclopedia, de esas que sólo se usaron alguna vez en la época escolar; tenía la tapa de cuero y letras doradas que pronunciaban “Enciclopedia del arte en Chile, Tomo I”.
Luego de haber buscado cada uno de estos objetos, sacaba un género verde musgo que tenía en muchas partes pequeños orificios. Miraba luego a su alrededor, como esperando que no llegaran los carabineros y se disponía a colocar el género en el gris y tibio pavimento. Era ahí donde instalaba cuidadosamente los objetos uno al lado del otro y esperaba hasta que algún comprador entusiasta o algún coleccionista, se acercara donde él y preguntara cuál es el valor de aquel producto.
Otras veces, mientras él está intentando vender y la noche se viene de prisa, pasa una señora mayor, vestida completamente de rojo, como queriendo evocar aquellos días de oro. Su piel es pálida pero conserva aún esas pecas que quizás conquistaron a algún hombre. Utiliza un sombrero rojo, ancho y poroso, que la protege del sol. Su cuello lleva collares rojos, algunos de tallo de coral y otros de mostacillas grandes. Sus zapatos rojos tienen un taco bastante alto (quizás es por eso que cuando cruza en el semáforo, cojea un poco) y una hebilla dorada, bastante oxidada y desgastada. Pareciera que esta señora vestida de rojo estuviera extraída directamente de alguna película en blanco y negro de aquellos años veinte.
El hombre del carro de supermercado y la señora mayor que se viste de rojo, caminan cada día por la calle Lastarria; a veces hablan con los demás transeúntes, pero todos terminan quitándoles la mirada y apartándose un par de metros.
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Hace 7 meses
2 comentarios:
Rocío:
excelentes personajes y muy buena descripción. Contar la historia de un lugar y darlo a conocer a través de su gente es una forma de acercarlo a quienes nunca han estado ahí. Felicitaciones.
Puntaje: 1,0
oie mujer del acuario!
por acá está el balcón...
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